sábado, 31 de enero de 2009

Faust IV - Faust (1973)

Apart from all the bad times you gave me, I've always felt good with you


1.- Krautrock (Faust)
2.- The Sad Skinhead (Faust)
3.- Jennifer (Faust)
4.- Just A Second (Starts Like That) (Faust)
5.- Giggy Smile / Picnic On A Frozen River, Deuxieme Tableaux (Faust)
6.- Läuft... Heist das Es Läuft Oder Es Kommt Bald... Läuft (Peron / Wüsthoff)
7.- It's A Bit Of A Pain (Faust)

Es bastante poco significativo (y poco, a secas) lo que puede decirse de los miembros de Faust al acometer su extraordinario legado. Son o eran alemanes. Son o eran cinco o seis. Sus nombres son o eran - no tomen nota, de cualquier modo no se acordarán - Werner Diermaier; Jean-Hervé Peron (nada que ver con El General); Arnulf Meifert; Hans Joachim Irmler; Rudolf Sosna y Gunter Wüsthoff. Se formaron en 1971 y desaparecieron - tal verbo no es antojadizo - en 1975.

Fuera de esas minucias, nadie sabe más nada. Nadie sabe qué instrumento tocaba cada uno; nadie sabe cómo eran sus semblantes humanos; nadie sabe qué hacían para ganarse el pan (música, está claro, no). Para ser precisos, no es que nadie sepa sino que a nadie le importa demasiado; la envergadura mítica que Faust ostenta con orgullo ciertamente no necesita que se discurra sobre las vidas privadas (seguramente, harto mundanas) de quienes llevaron adelante una de las empresas más audaces de la breve cronología del rock. Lo que verdaderamente nos importa es el objetivo común que dio origen a la banda: empujar las fronteras del género hacia latitudes desconocidas. En el caso de Faust, más que en ningún otro, es la obra la que "habla" por el obrero. Éste, como corresponde a su título, cunde en el anonimato y se desvanece del mapa.

Y sin embargo incurrimos en una modestia algo pretenciosa (¡hurra! ¡un oxímoron!) llamando "obreros" a los músicos de Faust. En su esencia, su arte es demasiado academicista e intelectual - demasiado "de autor" - como para considerarlos simples empleados al servicio de una idea (alentada por el mentor y productor de la banda Uwe Nettelbeck). La música de Faust desconcierta y, a su manera heterodoxa, llena al oyente de emociones. Aunque concientemente calculada - como toda la música experimental - para "ir más allá", al mismo tiempo consigue transmitir una espontaneidad liberadora de la que pocas bandas avant-garde pueden jactarse. El cuarto álbum del grupo, austeramente titulado Faust IV, es tal vez el mejor ejemplo de esta feliz contradicción.

Gente con problemas.

De los cuatro álbumes del Faust original (sí, más tarde volverían, pero esa es otra historia), Faust IV es seguramente el menos intrépido. Comparado sobre todo con sistemas cacofónicos como Faust (1971) y The Faust Tapes (1973), puede afirmarse que la obra que aquí nos convoca brinda el material más accesible que grabaron los alemanes en su tiempo de gloria. En IV hay verdaderos riffs, hay melodías, hay hasta ¡géneros reconocibles! Tal es así que en su momento los seguidores más radicalizados de la banda (tres gatos locos, por supuesto) catalogaron al álbum como una decepción. Solo el transcurso del tiempo le dio el reconocimiento que, en realidad, merece.

¿Por qué lo merece? Porque Faust IV logra balancear la osadía del avant-garde propio de la banda con la excitabilidad del rock más familiar y campechano. Patear el tablero con un artistic statement de delirios informes, notas aleatorias y ruido sordo - eso es, simplificando, el disco debut del grupo - requiere más audacia y sed de sangre que verdadera imaginación. En cambio, lograr que una pieza musical desafíe las convenciones y, al mismo tiempo, ofrezca una escucha genuinamente placentera, suele ser más difícil. Mucho más de lo que quienes prefieren manifiestos extremos suelen reconocer. Faust IV no es un manifiesto extremo; lo puede escuchar cualquier vecino sin sobresaltarse ni alarmarse demasiado (a diferencia de Faust, que ninguna persona razonable toleraría). Y aún así, si ese vecino decide prestar atención, descubrirá que esta música no se parece mucho a nada que conozca. En ello reside, en suma, la conquista (la fuente del deleite y el placer) de este gran disco.

La lista de canciones es, apropiadamente para Faust, un misterio. No está muy claro cuáles son sus verdaderos nombres ni duraciones. La mayoría de las copias en mp3 disponibles en el "fondo común" de Internet vienen con ocho "tracks". En ellas está claro, solo escuchando la voz cantante, que la canción titulada Picnic On A Frozen River, Deuxieme Tableaux es en realidad Giggy Smile, que figura como si fuera la siguiente. Y así las cosas hasta que el oyente también repara en que Lauft figura dividida erróneamente en dos partes con diferentes títulos. La secuencia descripta en allmusic.com replica - y es comprensible - el mismo miserable error. La edición remasterizada editada en CD hace poco enmienda esta confusión y reduce la lista a siete canciones, aunque la verdadera identidad de la mencionada Picnic On A Frozen River, Deuxieme Tableaux (listada esta vez como una continuación de Just A Second) sigue sin ser del todo evidente. La copia que aquí se ofrece es una reinterpretación libre; se asume que en realidad Picnic es la coda de Giggy Smile, reconociéndola como el "reprise" de una melodía ya utilizada en Faust So Far, segundo álbum de la banda.

En última instancia, es fútil lamentarse por este tipo de confusiones ¿Qué es Faust sin una copiosa dosis de confusión? Para compobrarlo, basta adentrarse en el terremoto psíquico de Krautrock, un monumental paredón de sonido que inicia el álbum siempre dispuesto a horrorizar neófitos. Son diez minutos hipnóticos e inmisericordes que suponen una prueba de fuego; si el oyente consigue franquearla, el álbum se le abrirá de par en par como la cueva de Alí Babá, revelando sus más preciosos secretos. El título de la pieza se refiere al movimiento - peyorativamente nombrado por los británicos - de música progresiva alemana que floreció a comienzos de los 70's (y en el que Faust es frecuentemente encasillado). Es difícil determinar si se trata de una parodia o un auténtico tributo; después de todo, Krautrock no es más que un mamotreto gigante, un zumbido digno de algún monasterio intergaláctico. Sea lo que sea, cuando a los siete minutos la batería entra en escena haciendo saltar todo en pedazos, las puertas del paraíso "Kraut" se vislumbran a simple vista.

El resto del álbum, ahora sí, es mucho más digerible. The Sad Skinhead es un recreativo ensayo reggae y la extensa "balada" Jennifer no se aparta del concepto de música ambient que más adelante promulgaría Brian Eno (demostrando por qué Faust, al igual que otras bandas alemanas contemporáneas, son considerados pioneros absolutos en más de una corriente). Just A Second y Giggy Smile, por su parte, rellenan la mitad de Faust IV con un excitante jam psicodélico de dimensiones mastodónticas. El oyente, ese pobre indefenso, se ve de pronto sumido en un brutal huracán de watios que culmina con aquella tira cómica en clave musical - ¡esa melodía saltarina y gloriosa! - que es Picnic On A Frozen River. Acto seguido, Lauft comienza a despedirnos con sus agradables remedos folky-ambientales, para culminar con con la engañosamente pastoral It's A Bit Of A Pain y su legendario vómito de sintetizador (o lo que diablos sean esos nefastos ruidos). La sensación que provocan es una de las más aparatosas que pueden vivirse en un disco de rock. Con sinceridad, no había sorpresa más perfecta para cerrar este apasionante y extraño capítulo musical llamado Faust IV.



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(192kbps)


Ver al dorso:
Faust - Faust (1971)
Faust - Faust So Far (1972)
Faust - The Faust Tapes (1973)

martes, 27 de enero de 2009

Underwater Moonlight - BONUS TRACKS


11.- Vegetable Man (Barrett)*
12.- Strange (Hitchcock)*
13.- Only The Stones Remain (Hitchcock)*
14.- Where Are The Prawns? (Hitchcock)*
15.- Dreams (Hitchcock)*
16.- Black Snake Diamond Rock (Hitchcock)*
17.- There's Nobody Like You (Hitchcock)*
18.- Song #4 (Hitchcock)*


Ocho outtakes adicionales para colgar del arbolito, la cola del cometa de Underwater Moonlight de los Soft Boys. Desempolvando un cover de la rareza pinkfloydiana Vegetable Man y gran elenco (que incluye: patadas en los flácidos glúteos burgueses del rock como Only The Stones Remain; mini-tours peposos como Where Are The Prawns?; octoberfests de guitarras ácidas como Dreams; delirios símil Alice Cooper como Black Snake Diamond Rock y demás lindezas). Indispensable compañero de viaje para su download.

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(256kbps)

domingo, 25 de enero de 2009

Underwater Moonlight - The Soft Boys (1980)

Underwater moonlight sets your body free


1.- I Wanna Destroy You (Hitchcock)
2.- Kingdom Of Love (Hitchcock)
3.- Positive Vibrations (Hitchcock)
4.- I Got The Hots (Hitchcock)
5.- Insanely Jealous (Hitchcock)
6.- Tonight (Hitchcock)
7.- You'll Have To Go Sideways (Hitchcock)
8.- Old Pervert (Hitchcock / Rew / Seligman / Windsor)
9.- The Queen Of Eyes (Hitchcock)
10.- Underwater Moonlight (Hitchcock)

¿Cuándo y cómo es que el mundo se olvidó de los Soft Boys, si es que alguna vez tomó nota? Más allá de los adverbios que los críticos suelen acuñar para matizar lo injusto - o no - de tales olvidos, la situación le abre las puertas a una especie de fascinado morbo en el oyente que se cruza, tal vez de casualidad, con uno de estos álbumes infrecuentados, sin huella. Dicho de otra forma, es imprescindible que existan discos poco conocidos y escasamente enunciados, para que dedicarse a la melomanía goce de un justificado encanto (o reafirme su sentido elitista). Underwater Moonlight es uno de esos álbumes que, al descubrirlos, nos hacen sentir especiales: dueños de un secreto.

Los Soft Boys eran - o fueron - un cuarteto surgido en Cambridge (Reino Unido) en 1976, liderado por el guitarrista y compositor Robyn Hitchcock, quien luego de publicarse este disco se bifurcó en una extensa, arcana y ocasionalmente brillante carrera como cantautor con una banda propia llamada The Egyptians. El hombre, además de ser un músico prolífico y visionario, goza de una inclinación especial para abordar temáticas grotescas y hetorodoxas en sus letras, la cual aparece en pleno despegue ya con su banda original.

Underwater Moonlight, segundo long-play de la banda después del más despeinado A Can Of Bees y último hasta Nextdoorland - una inesperada reunión en 2002 - posee la inusual ventaja de ser potencialmente atractivo tanto para el aficionado al rock clásico de los tardíos años 60's como para el seguidor del britpop moderno y el amante de la irreverencia punk. Tal sincretismo hace difícil asociar esta música a un género, nicho o época específica, impregnando su encanto de una universalidad intoxicante. En todo caso, si hay un año al que el estilo no parece remitir demasiado es a 1980; irónicamente, el momento preciso en el que fue publicado.

Las diez canciones de Underwater Moonlight abrevan de incontables fuentes, reflotando una marcada impronta neo-psicodélica que puede rastrearse en toda la segunda mitad de los 60's, desde los Beatles y los Byrds hasta Hendrix, el primer Pink Floyd y The Velvet Underground. Sin embargo, no puede concluirse que los tipos simplemente se hayan dedicado a refritar pasadas glorias; una agresividad propia de las bandas punk de la época, así como un tufillo poco disimulado a himno de estadio setentoso se infiltran en la receta, haciendo germinar un combo extrañamente original - aunque no revolucionario. Es gracias a este disco que los Soft Boys son señalados como los pioneros absolutos del "revival" psicodélico de los 80's, un movimiento marginal pero vigoroso que daría cabida a una gran cantidad de grupos guitarreros alternativos (el ejemplo más conspicuo es R.E.M.) en una década tiranizada por los sintetizadores y las máquinas de ritmos.

Los viejos pervertidos.

Justamente, si un adjetivo calificativo le hace honor a Underwater Moonlight, ése es el de "guitarrero". Desde la explosión de I Wanna Destroy You hasta el épico telón final de la pista titular, Robyn Hitchcock y Kimberley Rew - el otro guitarrista de la banda - no se cansan de apabullar al oyente con una incesante colección de riffs, arpegios, reverbs y tramas melódicas que deleitarán sin pausa a cualquier oído aficionado a la guitarra eléctrica, y al buen rock en general. El sonido es tan refrescante que aún hoy otorga la sensación de estar escuchado un álbum recién publicado; es ese entusiasmo, ese insuperable regocijo de lo nuevo.

Dentro de su estilo retro más o menos uniforme - en donde el "modo jam" de A Can Of Bees ha sido atemperado en favor de rebordes más definidos - hay para gustos diversos. I Wanna Destroy You, la obertura del álbum, es un power-pop algo prosaico pero desbordante de una energía y una convicción imposibles de templar. Escuchando ese estribillo, se adueña del oyente la certeza de Hitchcock, efectivamente, va a destruir a quien sea la pobre infeliz que se haya cruzado en su camino. La grandiosa Kingdom Of Love, con su bizarra metaforización del amor como "eggs under my skin" y "tiny insects showing thorugh", es una orgía inolvidable de riffs y más riffs. Positive Vibrations sorprende con un desaforado solo de sitar. I Got The Hots sublima a la perfección a la Velvet con Syd Barrett y Insanely Jealous tiende rechinantes puentes entre la acidez y la paranoia más extrema. Tonight arranca como AC/DC, mientras que el instrumental You'll Have To Go Sideways suena como un jam cazado al vuelo del Floyd temprano. La sucia Old Pervert succiona al oyente con un groove a mitad de camino entre la cacofonía rítmica de Hendrix y la fiereza de los Rolling Stones. La preciosa The Queen Of Eyes parece salida del mejor álbum de los Byrds. Por último, el arrebatador epinicio britpop Underwater Moonlight, con ese eufórico, radiante coro vocal, lleva las cosas a término con la extravagante fábula de una pareja de estatuas que cobra vida.

Underwater Moonlight es, como quien dice, una escucha perentoria para cualquier adorador o adoratriz del rock (de guitarras, por si acaso existe otro) que pulule por la faz de la tierra.




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(256kbps)


Ver al dorso:
The Soft Boys - A Can Of Bees (1979)