1.- Krautrock (Faust)
2.- The Sad Skinhead (Faust)
3.- Jennifer (Faust)
4.- Just A Second (Starts Like That) (Faust)
5.- Giggy Smile / Picnic On A Frozen River, Deuxieme Tableaux (Faust)
6.- Läuft... Heist das Es Läuft Oder Es Kommt Bald... Läuft (Peron / Wüsthoff)
7.- It's A Bit Of A Pain (Faust)
Es bastante poco significativo (y poco, a secas) lo que puede decirse de los miembros de Faust al acometer su extraordinario legado. Son o eran alemanes. Son o eran cinco o seis. Sus nombres son o eran - no tomen nota, de cualquier modo no se acordarán - Werner Diermaier; Jean-Hervé Peron (nada que ver con El General); Arnulf Meifert; Hans Joachim Irmler; Rudolf Sosna y Gunter Wüsthoff. Se formaron en 1971 y desaparecieron - tal verbo no es antojadizo - en 1975.
Fuera de esas minucias, nadie sabe más nada. Nadie sabe qué instrumento tocaba cada uno; nadie sabe cómo eran sus semblantes humanos; nadie sabe qué hacían para ganarse el pan (música, está claro, no). Para ser precisos, no es que nadie sepa sino que a nadie le importa demasiado; la envergadura mítica que Faust ostenta con orgullo ciertamente no necesita que se discurra sobre las vidas privadas (seguramente, harto mundanas) de quienes llevaron adelante una de las empresas más audaces de la breve cronología del rock. Lo que verdaderamente nos importa es el objetivo común que dio origen a la banda: empujar las fronteras del género hacia latitudes desconocidas. En el caso de Faust, más que en ningún otro, es la obra la que "habla" por el obrero. Éste, como corresponde a su título, cunde en el anonimato y se desvanece del mapa.
Y sin embargo incurrimos en una modestia algo pretenciosa (¡hurra! ¡un oxímoron!) llamando "obreros" a los músicos de Faust. En su esencia, su arte es demasiado academicista e intelectual - demasiado "de autor" - como para considerarlos simples empleados al servicio de una idea (alentada por el mentor y productor de la banda Uwe Nettelbeck). La música de Faust desconcierta y, a su manera heterodoxa, llena al oyente de emociones. Aunque concientemente calculada - como toda la música experimental - para "ir más allá", al mismo tiempo consigue transmitir una espontaneidad liberadora de la que pocas bandas avant-garde pueden jactarse. El cuarto álbum del grupo, austeramente titulado Faust IV, es tal vez el mejor ejemplo de esta feliz contradicción.
Gente con problemas.
De los cuatro álbumes del Faust original (sí, más tarde volverían, pero esa es otra historia), Faust IV es seguramente el menos intrépido. Comparado sobre todo con sistemas cacofónicos como Faust (1971) y The Faust Tapes (1973), puede afirmarse que la obra que aquí nos convoca brinda el material más accesible que grabaron los alemanes en su tiempo de gloria. En IV hay verdaderos riffs, hay melodías, hay hasta ¡géneros reconocibles! Tal es así que en su momento los seguidores más radicalizados de la banda (tres gatos locos, por supuesto) catalogaron al álbum como una decepción. Solo el transcurso del tiempo le dio el reconocimiento que, en realidad, merece.
¿Por qué lo merece? Porque Faust IV logra balancear la osadía del avant-garde propio de la banda con la excitabilidad del rock más familiar y campechano. Patear el tablero con un artistic statement de delirios informes, notas aleatorias y ruido sordo - eso es, simplificando, el disco debut del grupo - requiere más audacia y sed de sangre que verdadera imaginación. En cambio, lograr que una pieza musical desafíe las convenciones y, al mismo tiempo, ofrezca una escucha genuinamente placentera, suele ser más difícil. Mucho más de lo que quienes prefieren manifiestos extremos suelen reconocer. Faust IV no es un manifiesto extremo; lo puede escuchar cualquier vecino sin sobresaltarse ni alarmarse demasiado (a diferencia de Faust, que ninguna persona razonable toleraría). Y aún así, si ese vecino decide prestar atención, descubrirá que esta música no se parece mucho a nada que conozca. En ello reside, en suma, la conquista (la fuente del deleite y el placer) de este gran disco.
La lista de canciones es, apropiadamente para Faust, un misterio. No está muy claro cuáles son sus verdaderos nombres ni duraciones. La mayoría de las copias en mp3 disponibles en el "fondo común" de Internet vienen con ocho "tracks". En ellas está claro, solo escuchando la voz cantante, que la canción titulada Picnic On A Frozen River, Deuxieme Tableaux es en realidad Giggy Smile, que figura como si fuera la siguiente. Y así las cosas hasta que el oyente también repara en que Lauft figura dividida erróneamente en dos partes con diferentes títulos. La secuencia descripta en allmusic.com replica - y es comprensible - el mismo miserable error. La edición remasterizada editada en CD hace poco enmienda esta confusión y reduce la lista a siete canciones, aunque la verdadera identidad de la mencionada Picnic On A Frozen River, Deuxieme Tableaux (listada esta vez como una continuación de Just A Second) sigue sin ser del todo evidente. La copia que aquí se ofrece es una reinterpretación libre; se asume que en realidad Picnic es la coda de Giggy Smile, reconociéndola como el "reprise" de una melodía ya utilizada en Faust So Far, segundo álbum de la banda.
En última instancia, es fútil lamentarse por este tipo de confusiones ¿Qué es Faust sin una copiosa dosis de confusión? Para compobrarlo, basta adentrarse en el terremoto psíquico de Krautrock, un monumental paredón de sonido que inicia el álbum siempre dispuesto a horrorizar neófitos. Son diez minutos hipnóticos e inmisericordes que suponen una prueba de fuego; si el oyente consigue franquearla, el álbum se le abrirá de par en par como la cueva de Alí Babá, revelando sus más preciosos secretos. El título de la pieza se refiere al movimiento - peyorativamente nombrado por los británicos - de música progresiva alemana que floreció a comienzos de los 70's (y en el que Faust es frecuentemente encasillado). Es difícil determinar si se trata de una parodia o un auténtico tributo; después de todo, Krautrock no es más que un mamotreto gigante, un zumbido digno de algún monasterio intergaláctico. Sea lo que sea, cuando a los siete minutos la batería entra en escena haciendo saltar todo en pedazos, las puertas del paraíso "Kraut" se vislumbran a simple vista.
El resto del álbum, ahora sí, es mucho más digerible. The Sad Skinhead es un recreativo ensayo reggae y la extensa "balada" Jennifer no se aparta del concepto de música ambient que más adelante promulgaría Brian Eno (demostrando por qué Faust, al igual que otras bandas alemanas contemporáneas, son considerados pioneros absolutos en más de una corriente). Just A Second y Giggy Smile, por su parte, rellenan la mitad de Faust IV con un excitante jam psicodélico de dimensiones mastodónticas. El oyente, ese pobre indefenso, se ve de pronto sumido en un brutal huracán de watios que culmina con aquella tira cómica en clave musical - ¡esa melodía saltarina y gloriosa! - que es Picnic On A Frozen River. Acto seguido, Lauft comienza a despedirnos con sus agradables remedos folky-ambientales, para culminar con con la engañosamente pastoral It's A Bit Of A Pain y su legendario vómito de sintetizador (o lo que diablos sean esos nefastos ruidos). La sensación que provocan es una de las más aparatosas que pueden vivirse en un disco de rock. Con sinceridad, no había sorpresa más perfecta para cerrar este apasionante y extraño capítulo musical llamado Faust IV.
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(192kbps)
Ver al dorso:
Faust - Faust (1971)
Faust - Faust So Far (1972)
Faust - The Faust Tapes (1973)